lunes, 26 de mayo de 2008




La libertad es siempre la libertad para quien piensa diferente.

Rosa Luxemburgo

Duerme mi niño
y sueña con su payaso.
Duerme su dulce sueño
sobre mis brazos.

Duerma que el hacha mía
vela su sueño,
monte adentro bajo
el cielo santiagueño.

Sueña sin despertar
porque al alba tu llorarás
el payaso que mi hacha pobre
no te dio.

Algarrobal, algarrobal
¿Dónde está el Dios
de los pobres, Señor?
Hacha que no hacha
sudor y sudor
Hacha que no hacha
un payaso de sol.
Pronto será Navidad.

Cuando crezca mi chango
será un hachero.
Siempre sol, nunca luna
vida de obrero.

Hacha y hacha la vida
el jornalero
destino de andar triste
de enero a enero.

Algún día vendrán
hachas y hachas que cortarán
y mi chango con su payaso
reirá.

martes, 13 de mayo de 2008

Rusia, Febrero de 1917. Estatua del zar derribada por la multitud.


El rasgo característico más indiscutible de las revoluciones es la intervención directa de las masas en los acontecimientos históricos. En tiempos normales, el Estado, sea monárquico o democrático, está por encima de la nación; la historia corre a cargo de los especialistas de este oficio: los monarcas, los ministros, los burócratas, los parlamentarios, los periodistas. Pero en los momentos decisivos, cuando el orden establecido se hace insoportable para las masas, éstas rompen las barreras que las separan de la palestra política, derriban a sus representantes tradicionales y, con su intervención, crean un punto de partida para el nuevo régimen. Dejemos a los moralistas juzgar si esto está bien o mal. A nosotros nos basta con tomar los hechos tal como nos los brinda su desarrollo objetivo. La historia de las revoluciones es para nosotros, por encima de todo, la historia de la irrupción violenta de las masas en el gobierno de sus propios destinos.