Quizás necesito hacer un refugio más fuerte antes de dejar
entrar a la tormenta.
jueves, 31 de mayo de 2012
domingo, 27 de mayo de 2012
No te extraño
No te extraño. Extrañarte sería tener un regusto de llanto
en la garganta, una foto (¿engañosa?) guardada celosamente en la memoria. Sé
que mañana vas a volver a la carga, atraído como un animal oliendo sangre, desesperado
por hundirte otra vez en la locura de mi cuerpo. Eso es lo que estoy esperando,
no mirando el reloj, sino sintiendo un suave calor que empieza en la punta de
mis dedos y me recorre por completo, cada vez más incandescente: tumbarme sobre
vos con cada centímetro de piel. Restregarme sin descanso hasta sentir que
solamente me acariciás con lo más duro que tengas. Mordernos los labios,
retorcernos de deseo hasta que sea insoportable. Y que entonces me desvistas,
me arranques todo en ese juego que nunca termina, porque nunca llegamos a desnudarnos
por completo; desatando esa tormenta de caricias eléctricas y saliva, de fiebre
enloquecida que nos calma la sed por el espacio de unas horas, como una lluvia de
verano. Explorarte como si tuviéramos todo el tiempo del mundo y el mundo
realmente fuera sólo ese instante de encuentro entre mis labios, la punta de mi
lengua y lo que les pongas en el camino. Escuchar a borbotones que te encantan
mis sabores, mis olores y texturas, verte tocar y mirar casi con incredulidad, sacudiéndome
para despertarme a tu placer frenético. Y embestirnos suavemente, con apuro,
con ternura, con odio, interminablemente, sabiendo que no hay nada interminable
entre los dos, que somos solamente caminos abiertos a la luz del día, y puede
que se entrecrucen nuevamente o que las huellas desaparezcan en el polvo. No te
extraño, te deseo, te encuentro cada vez que queremos encerrarnos en esta jaula
sin rejas.
sábado, 19 de mayo de 2012
No me inquieta si te vas sin mirar a tu espalda, o si le das
tregua a tu recelo durmiendo conmigo. Nuestras noches son una estación entre
dos vías paralelas, alumbradas por la luz amarillenta del hastío.Me quedo en vos
como en una habitación de hotel, te quedás en mí como debajo de un balcón hasta
que pase la lluvia. Así nos queremos, con la gratitud e ingratitud de los
refugios transitorios.
domingo, 13 de mayo de 2012
No se imprime
Siempre pensé que escribir era mi
vía de escape, después de todo, hay tantas cosas que se pueden decir sobre el
papel, y siempre me gustó soñar, tratando de no tropezar con las piedras
odiosas de la realidad. Ahora doy mil vueltas para no sentarme y escribir algo
que se me pueda ir de los dedos, y ya no sé si mi verdadera cárcel es la hoja
en blanco. Escribirte es una de las páginas más desconcertantes, porque siempre
fui partidaria de no hablar sobre lo que no conozco. Para mí siempre fuiste una
hoja en blanco. Nada más que eso que no te deja dormir por la noche, pensando
en que tal vez tuvieras la historia de tu vida si hubieras hecho más que
esperar que se escribiese sola. Más que sentir desesperación por el silencio
frío y su resistencia incólume a entregarse tan fácilmente. Más que terminar de
nuevo delante de ella con la vaga esperanza de dejar algún trazo que valga la
pena. Pero cuando las palabras no
llegan, a veces simplemente prefiero perder la oportunidad. ¿Cobardía? Es
probable. Bueno, en realidad casi seguro es cobardía, porque no es tan fácil
abrirse para que el mundo vea tus vísceras al aire. Admiro terriblemente a los
que lo hacen. Cuando termine con esto, ¿me quedará algo en las manos, o
simplemente te habrás borrado para siempre?
Creo que estoy echando mano a las
últimas cartas para que no te evapores en el aire y piense un día que todo esto
fue un sueño. Siempre fue mucho más fácil abrirte de piernas que escribirte. Y
me río del que piense que lo está haciendo cuando te tiene una noche en la
cama. O dos. O cien. Hasta creo que te gusta pensarlo a veces, y perderte de
mil maneras, porque sabés que en el fondo no estás ahí, que no sos la que se pierde
de verdad. Y me gustaba verte así, en esa locura donde no te sentías en peligro,
porque tu cuerpo borracho no eras vos, porque podías darte una tregua por un
rato. Entonces yo seguía el juego y doblábamos la apuesta una y otra vez, mientras
yo pensaba que no había riesgos si yo podía mantener un cable a tierra. Casi
era feliz pensando que también podía perderme por algunas horas. Escaparme y
vos eran sinónimos.
El problema era mirarte a los
ojos y preguntarte en voz alta dónde estabas. Odiabas mis preguntas, y está bien.
Me acostumbré demasiado a prender fósforos sin saber jugar con fuego. Llega el
momento en que lo apagás o te quemás los dedos. Y algo más también. Pero las
llamas eran preciosas. Nunca nos cansamos de mirar un fogón. Nunca queremos que
termine. Sabías que yo estaba buscándome y que quería encontrarme. Vos, no sé.
Nunca supe si ibas de ida o de vuelta, y tenerte en mis brazos era saber que al
día siguiente te esfumabas. Eras un pasaje sin destino de antemano. Subirse a
ese tren nunca iba a ser fácil, tampoco para vos. También me daba miedo que
terminaras en ninguna parte, o en el mismo lugar sintiendo que perdiste algo
del equipaje. Escribir es un riesgo, pero existe la opción de quemar el papel,
aunque te envuelva el olor a fracaso. Puedo dar vuelta la página, pero todavía
quisiera tener la posibilidad de seguir, al menos en borrador, al menos con
lápiz, sin tener que preocuparme por el principio ni el final y pensando que
todavía tengo cien maneras de escribirte.
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