lunes, 21 de diciembre de 2009


Cuando converge
la luz pálida de la noche
con las paredes grises,
y el silencio atrona, y el viento sopla,
prende una llamarada
hambrienta, alcohólica,
enfebrecida, ajena,
trepando veloz
sobre las horas muertas.
Enturbiándonos.
Devorándolo todo.
Entre el aire fresco y los chispazos
desaparecemos.
Largos días que se extinguen,
y al mirar atrás,
todo se ha ido,
arrastrado hacia la sangre del ocaso.
Somos dos cuerpos acoplados.
Dos cuerpos opuestos por el vértice,
encaramados.
Entre nosotros abrigamos todo.
¡Todo!
Y cuando, vencidos, nos separamos,
las palabras han crecido tanto...
que aletean, susurrando
hacia la oscuridad abierta y temblando.
Se alejan en silencio,
agonizando.

martes, 13 de octubre de 2009

Lamento la muerte certera del silencio, la desesperación negra que me rodea cuando camino hacia todas direcciones, y siento que me muevo en el vientre mismo de la soledad. Cualquier camino es errado. Cualquier palabra cae redondamente en el vacío. Retroceder y arremeter otra vez sobre las ruinas de lo que dejé. Duele como si la cabeza se me estrellara contra un parabrisas.

jueves, 1 de octubre de 2009




Hay un pájaro azul en mi corazón que

quiere salir

pero soy duro con él,

le digo quédate ahí dentro, no voy

a permitir que nadie

te vea.


Hay un pájaro azul en mi corazón que

quiere salir

pero yo le echo whisky encima y me trago

el humo de los cigarrillos,

y las putas y los camareros

y los dependientes de ultramarinos

nunca se dan cuenta

de que esté ahí dentro.


Hay un pájaro azul en mi corazón que

quiere salir

pero soy duro con él,

le digo quédate ahí abajo, ¿es que quieres

hacerme un lío?

¿es que quieres

mis obras?

¿es que quieres que se hundan las ventas de mis libros

en Europa?


Hay un pájaro azul en mi corazón

que quiere salir

pero soy demasiado listo, sólo le dejo salir

a veces por la noche

cuando todo el mundo duerme.

le digo ya sé que estás ahí,

no te pongas

triste.


Luego lo vuelvo a introducir,

y él canta un poquito

ahí dentro, no le he dejado

morir del todo

y dormimos juntos

así

con nuestro

pacto secreto

y es tan tierno como

para hacer llorar

a un hombre, pero yo no

lloro,¿lloras tú?


Charles Bukowski

viernes, 18 de septiembre de 2009

Desgarro

Ahora quiero cerrar los ojos

por un instante apenas sensible,

por un súbito ataque de miedo

a no perseguir,

por una sospecha apenas latente

de que lo que intento no va a resistir

la agonía creciente de un cuerpo

cien años más viejo de lo que creéis.

Aunque parezca un soplo de aire

en el medio del mar

de crueles silencios y desgracias sin fin

cuando llegue al futuro arrancado a pedazos

morirá como una pobre reliquia del mundo

que no pudo ser.

lunes, 14 de septiembre de 2009

El minero

Abierta la boca a puntapiés
el dique destrozado a dentelladas,
pedazos de carne desparramados,
y esto parece un desierto...
Desierto ajeno, aparente
latidos asesinos incoherentes
la aspereza estremece los dedos,
y no puedo contener el deseo
de lamer el suelo,
escarbando, clavando,
desenterrando,
mordiendo el polvo
hundiéndome hasta el cuello.
Cuando mis manos sangran, creo
que el mar podría haber abierto.
Pero miro sobre mi hombro,
y escarbo más rápido
y más rápido,
antes de que el agua vuelva
a empantanar mis recuerdos.
Por el momento sigo
martilleando,
martilleando.

martes, 25 de agosto de 2009

El brillo fugaz que puedo alcanzar me desespera a tal punto que creo que voy perdiendo la razón. Un momento de lucidez lo único que me permite es estallar en llanto desdoblado, en un quiebre de angustia silenciosa, diluida en el camino en colectivo hasta mi casa, sintiendo que me voy pareciendo cada vez más a una rata en una cueva, que observa todo y no recoge más que migajas, que tiembla cuando escucha la respiración de otro y huye apenas se enciende la luz, temiendo por su vida insignificante y vacía. No quiero ahorrar palabras para insultar cada uno de mis actos, lamentar la mugre que me rodea y me alimenta. Cierro los ojos y me concentro, y no veo más que un círculo fatal que me envuelve hasta encerrarme por completo, me asfixia, y va suicidándose como una serpiente mordiéndose la cola.

lunes, 10 de agosto de 2009


Amó aquella vez como si fuese última,
besó a su mujer como si fuese última,
y a cada hijo suyo cual si fuese el único,
y atravesó la calle con su paso tímido.
Subió a la construcción como si fuese máquina,
alzó en el balcón cuatro paredes sólidas,
ladrillo con ladrillo en un diseño mágico,
sus ojos embotados de cemento y lágrima.
Sentóse a descansar como si fuese sábado,
comió su pobre arroz como si fuese un príncipe,
bebió y sollozó como si fuese un náufrago,
danzó y se rió como si oyese música
y tropezó en el cielo con su paso alcohólico.
Y flotó por el aire cual si fuese un pájaro,
y terminó en el suelo como un bulto fláccido,
y agonizó en el medio del paseo público.
Murió a contramano entorpeciendo el tránsito.
Amó aquella vez como si fuese el último,
besó a su mujer como si fuese única,
y a cada hijo suyo cual si fuese el pródigo,
y atravesó la calle con su paso alcohólico.
Subió a la construcción como si fuese sólida,
alzó en el balcón cuatro paredes mágicas,
ladrillo con ladrillo en un diseño lógico,
sus ojos embotados de cemento y tránsito.
Sentóse a descansar como si fuese un príncipe,
comió su pobre arroz como si fuese el máximo,
bebió y sollozó como si fuese máquina,
danzó y se rió como si fuese el próximo
y tropezó en el cielo cual si oyese música.
Y flotó por el aire cual si fuese sábado,
y terminó en el suelo como un bulto tímido,
agonizó en el medio del paseo náufrago.
Murió a contramano entorpeciendo el público.
Amó aquella vez como si fuese máquina,
besó a su mujer como si fuese lógico,
alzó en el balcón cuatro paredes fláccidas,
Sentóse a descansar como si fuese un pájaro,
Y flotó en el aire cual si fuese un príncipe,
Y terminó en el suelo como un bulto alcohólico.
Murió a contramano entorpeciendo el sábado.
Por ese pan de comer y el suelo para dormir,
registro para nacer, permiso para reír,
por dejarme respirar y dejarme existir
Dios le pague.
Por esa grappa de gracia que tenemos que beber,
por ese humo desgracia que tenemos que toser,
por los andamios de gentes para subir y caer
Dios le pague.
Por esa arpía que un día nos va a multar y a escupir,
y por la moscas y besos que nos vendrán a cubrir
y por la calma postrera que al fin nos va a redimir
Dios le pague.

viernes, 17 de julio de 2009


Mi droga la ayahuasca
me deshidrata hasta el paroxismo
mi cuerpo se divide y flota en un universo acuoso.
Ya ves qué distintos somos:
vos, mimado por Hollywood,
y yo, un militante de la intensidad,
del barroco y del trotskismo.
Yo en mí, regio en martirio sabroso,
como pedía Santa Teresa,
y vos, candidato al premio Nobel.
Yo, una máquina de guerra
deslumbrado por taxi-boys,
hambrientos y sin donde vivir.
Fascinado por ellos, deslumbrado,
persiguiéndolos para alabarlos.
Y vos, rodeado de celebridades,
de productores arrogantes, de perfumes.
Y yo, viendo cómo cada semana se muere un amigo...
Ya ves qué distintos somos,
y los dos nos vamos a morir.


(néstor perlongher en la película "Vereda Tropical")

martes, 14 de julio de 2009

Honduras

La noticia cae como un rayo
que fulmina la tierra ennegrecida.
Roto el cielo azul y agonizante,
la negra luz entra a raudales por los ojos.
Se han partido en dos todas las cabezas
echadas hacia atrás, miran de reojo
las sombras que caen, como cadáveres,
cuando los pájaros vuelan en pendiente.

domingo, 12 de julio de 2009

NO ME LO PIDAN
Piden algunos que este asunto humano
con nombres, apellidos y lamentos
no lo trate en las hojas de mis libros,
no le dé la escritura de mis versos:
dicen que aquí murió la poesía,
dicen algunos que no debo hacerlo:
la verdad es que siento no agradarles,
los saludo y les saco mi sombrero
y los dejo viajando en el Parnaso
como ratas alegres en el queso.
Yo pertenezco a otra categoría
y sólo un hombre soy de carne y hueso,
por eso si apalean a mi hermano
con lo que tengo a mano lo defiendo
y cada una de mis líneas lleva
un peligro de pólvora o de hierro,
que caerá sobre los inhumanos,
sobre los crueles, sobre los soberbios.
Pero el castigo de mi paz furiosa
no amenaza a los pobres ni a los buenos:
con mi lámpara busco a los que caen,
alivio sus heridas y las cierro:
y éstos son los oficios del poeta
del aviador y del picapedrero:
debemos hacer algo en esta tierra
porque en este planeta nos parieron
y hay que arreglar las cosas de los hombres
porque no somos pájaros ni perros.
Y bien, si cuando ataco lo que odio,
o cuando canto a todos los que quiero,
la poesía quiere abandonar
las esperanzas de mi manifiesto
yo sigo con las tablas de mi ley
acumulando estrellas y armamentos
y en el duro deber americano
no me importa una rosa más o menos:
tengo un pacto de amor con la hermosura:
tengo un pacto de sangre con mi pueblo.
PABLO NERUDA

lunes, 6 de julio de 2009

¡LUZ!
¡LUZ!
¡LUZ!
Que el infierno ESTÁ ENCANTADOR esta noche,
SÍ...

domingo, 5 de julio de 2009


Me resulta incomprensible que casi todos los que saben escribir puedan objetivar su dolor en el medio del dolor; que yo, por ejemplo, en medio de la desdicha, y con la cabeza ardiente de tanta infelicidad, pueda sentarme y comunicarle a alguien por escrito: Soy desgraciado. Sí, puedo incluso ir más lejos y con los diversos adornos, propios de mi talento, con algo que parece no tener nada que ver con la desdicha, puedo fantasear de un modo simple o antitético, o con orquestas enteras de asociaciones. Y no hay mentiras en ello ni me calma el dolor; se trata, simplemente, de un modo generoso, de un desbordamiento de fuerzas en un momento en que el dolor ha consumido visiblemente todas mis energías hasta el fondo de mi ser, donde sigue escarbando. Pero, ¿qué clase de desbordamiento es éste?

Franz Kafka

domingo, 14 de junio de 2009

Rodó el desencuentro
Arraigando esa distancia
que voló desde el pasado,
remontando las miradas
que tiñeron nuestro abrazo,
Asentándose en el fondo
de un corazón encerrado,
de los sueños que desgarran
por la noche
nuestra calma,
las preguntas en silencio
que anidan en cada cuerpo
El destino sin encuentro
que nos va marcando a fuego...
Y no quedan más promesas,
se abandonan en el viento,
qué dolores tan absurdos
los dolores del destiempo,
las sonrisas derrumbadas
por la fuerza de este miedo
Y se posa en las paredes el forzado y viejo anhelo,
coloreado en acuarelas
que la lluvia hará su presa...pero que hoy
me inunda el cuerpo de tatuajes incompletos.
Y rogamos impotentes volver a la misma senda,
sin pelear un solo instante las banderas desplegadas
y el profundo abismo roto
nos envuelve nuevamente
Un disparo agudo suena por encima de nosotros,
debajo del aire, mezclando la pólvora
con nuestras lágrimas
y lloro con más fuerza la entrañable cobardía
que no supo replegarse
en el llamado más sincero, en el fuego desnudado
en el medio de la nieve,
con reparos, con reproches
arrojados a tu paso, con un velo misterioso
ocultando este desorden,
mis manos temblando...
y resuena sin descanso
el eco de tus pasos
en la absurda letanía de este lecho de hojas secas,
con ojos que observan, fulgurando tu ausencia,
refugio de cavernas solitarias y espesas...
No descansa la tristeza por volcarse nuevamente,
se acrecienta y se apodera
de vida amarga y fresca...

lunes, 8 de junio de 2009

¡AZOTADME!

¡Azotadme!
Aquí estoy,
¡azotadme!
Merezco que me azoten.
No lamí la rompiente,
la sombra de las vacas,
las espinas,
la lluvia;
con fervor,
durante años;
descalzo,
estremecido,
absorto,
iluminado.
No me postré ante el barro,
ante el misterio intacto
del polen,
de la cama,
del gusano,
del pasto;
por timidez,
por miedo,
por pudor,
por cansancio.
No adoré los pesebres,
las ventanas heridas,
los ojos de los burros,
los manzanos,
el alba;
sin restricción,
de hinojos,
entregado,
desnudo,
con los poros erectos,
con los brazos al viento,
delirante,sombrío;
en comunión de espanto,
de humildad,
de ignorancia,
como hubiera deseado...
¡como hubiera deseado!
oliverio girondo

miércoles, 3 de junio de 2009

Tendría que abandonarme a una fantasía maltrecha, a un remolino goteante de veneno, a tus palabras aprendidas de memoria, desempolvadas de una novela repugnante. Te siento arrastrando sin pesar tu falta de sangre, volcando la tinta sobre mi piel, mintiendo como yo sé, como te conozco, perdiendo mi respeto una vez más, aprovechándote de la luz dolorosa que vas dejando, empujándome con los ojos muy abiertos a una enredadera fría y metódica, porque no creas que no me doy cuenta de cómo vas calculando cada uno de tus pasos, no puedo creer que todavía seas capaz de hacerlo, no puedo creer que no te hayas asfixiado en este engaño, y que me hagas caer otra vez en tu juego, en esta inútil esperanza que nunca me dejaste sofocar. Y todo porque no he sido capaz todavía de aceptarlo, de saber que soy uno más de tus juegos, de darme cuenta de que no hay nada de verdad en lo que veo, y de que lo único que te hace sobrevivir es tu desesperado, brutálico, visceral cinismo.

viernes, 29 de mayo de 2009

Otra vez puedo llegar entre aullidos, gargantas ásperas y acordes brutales al rincón altísimo y falso en que las malditas bocas divinas sueltan como vómito su verdad ya masticada. Puedo dejar que las canciones y los libros hablen por mí, puedo castrarlos lentamente con una sonrisa en los labios y usar sus taparrabos para cubrir mi desnudez gris, mi desnudez de escultura de molde. Me destroza por dentro, no quiero dejar aquí palabras sobre que la gente habla y habla, de cómo me dejaste tirado, rompecorazones...,que abusas de mi amor mil veces, por más que me esfuerce. No soporto tu manera de aprovecharte...¡Pero qué lleno, qué lleno que tengo el corazón de frases hechas!

jueves, 28 de mayo de 2009



Apenas tiendo las manos moldeo como arcilla todo lo que está a mi alrededor. Pero no quiero naturaleza muerta. La verdadera emoción está en la incómoda psicodelia que me entra por la piel y los oídos, me envuelve y lentamente me hace subir, me da escalofríos, me hace arder las entrañas, me deja con la boca abierta y expectante, recibiendo los cálidos latidos, hasta el golpe final e interminable que me recorre el cuerpo y me hace abrir los ojos y ver hasta las últimas gotas de aire.

lunes, 25 de mayo de 2009

Mientras mi cuerpo se balancea imaginariamente sobre la tierra pendular, mi cabeza está flotando a kilómetros de altura, allí donde la presión se hace insostenible y la perplejidad abraza lo desconocido. Mis pensamientos están hechos de materia orgánica en peligro de descomposición y la brisa helada que rodea mis brazos y mis piernas es lo único que disipa el hedor haciendo brillar mis pupilas, como a un faro abandonado en el medio de la noche.

domingo, 17 de mayo de 2009

Murió Mario Benedetti




Defender la alegría como una trinchera

defenderla del escándalo y la rutina

de la miseria y los miserables

de las ausencias transitorias

y las definitivas

defender la alegría como un principio

defenderla del pasmo y las pesadillas

de los neutrales y de los neutrones

de las dulces infamias

y los graves diagnósticos

defender la alegría como una bandera

defenderla del rayo y la melancolía

de los ingenuos y de los canallas

de la retórica y los paros cardiacos

de las endemias y las academias

defender la alegría como un destino

defenderla del fuego y de los bomberos

de los suicidas y los homicidas

de las vacaciones y del agobio

de la obligación de estar alegres

defender la alegría como una certeza

defenderla del óxido y la roña

de la famosa pátina del tiempo

del relente y del oportunismo

de los proxenetas de la risa

defender la alegría como un derecho

defenderla de dios y del invierno

de las mayúsculas y de la muerte

de los apellidos y las lástimas

del azar
y también de la alegría.

viernes, 8 de mayo de 2009




Tengo el corazón ensartado en el fondo de una mentira, y estoy flotando en un limbo peligrosamente blando. Es imposible pintar bajo la lluvia, así que me despido amargamente de la maraña de ilusiones entrecruzadas que quise tejer a tu alrededor.

lunes, 4 de mayo de 2009



No quiero ser tu maja desnuda

martes, 28 de abril de 2009

¡Qué quieren ustedes!… A veces los nervios se destemplan… Se pierde el coraje de continuar sin hacer nada… ¡Cansancio de nunca estar cansado! Y se encuentran ritmos al bajar la escalera, poemas tirados en medio de la calle, poemas que uno recoge como quien junta puchos en la vereda.

Lo que sucede entonces es siniestro. El pasatiempo se transforma en oficio. Sentimos pudores de preñez. Nos ruborizamos si alguien nos mira la cabeza. Y lo que es más terrible aún, sin que nos demos cuenta, el oficio termina por interesarnos y es inútil que nos digamos: "Yo no quiero optar, porque optar es osificarse. Yo no quiero tener una actitud, porque todas las actitudes son estúpidas… hasta aquella de no tener ninguna"…

Irremediablemente terminamos por escribir: Veinte poemas para ser leídos en el tranvía.

¿Voluptuosidad de humillarnos ante nuestros propios ojos? ¿Encariñamiento con lo que despreciamos? No lo sé. El hecho es que en lugar de decidir su cremación, condescendemos en enterrar el manuscrito en un cajón de nuestro escritorio, hasta que un buen día, cuando menos podíamos preverlo, comienzan a salir interrogantes por el ojo de la cerradura.

¿Un éxito eventual sería capaz de convencernos de nuestra mediocridad? ¿No tendremos una dosis suficiente de estupidez, como para ser admirados?… Hasta que uno contesta a la insinuación de algún amigo: "¿Para qué publicar? Ustedes no lo necesitan para estimarme, los demás…", pero como el amigo resulta ser apocalíptico e inexorable, nos replica: "Porque es necesario declararle como tú le has declarado la guerra a la levita, que en nuestro país lleva a todas partes; a la levita con que se escribe en España, cuando no se escribe de golilla, de sotana o en mangas de camisa. Porque es imprescindible tener fe, como tú tienes fe, en nuestra fonética, desde que fuimos nosotros, los americanos, quienes hemos oxigenado el castellano, haciéndolo un idioma respirable, un idioma que puede usarse cotidianamente y escribirse de ‘americana’, con la ‘americana’ nuestra de todos los días…" Y yo me ruborizo un poco al pensar que acaso tenga fe en nuestra fonética y que nuestra fonética acaso sea tan mal educada como para tener siempre razón… y me quedo pensando en nuestra patria, que tiene la imparcialidad de un cuarto de hotel, y me ruborizo un poco al constatar lo difícil que es apegarse a los cuartos de hotel.

¿Publicar? ¿Publicar cuando hasta los mejores publican 1.071% veces más de lo que debieran publicar?… Yo no tengo, ni deseo tener, sangre de estatua. Yo no pretendo sufrir la humillación de los gorriones. Yo no aspiro a que babeen la tumba de lugares comunes, ya que lo único realmente interesante es el mecanismo de sentir y de pensar. ¡Prueba de existencia!

Lo cotidiano, sin embargo, ¿no es una manifestación admirable y modesta de lo absurdo? Y cortar las amarras lógicas, ¿no implica la única y verdadera posibilidad de aventura? ¿Por qué no ser pueriles, ya que sentimos el cansancio de repetir los gestos de los que hace 70 siglos están bajo la tierra? Y ¿cuál sería la razón de no admitir cualquier probabilidad de rejuvenecimiento? ¿No podríamos atribuirle, por ejemplo, todas las responsabilidades a un fetiche perfecto y omnisciente, y tener fe en la plegaria o en la blasfemia, en el albur de un aburrimiento paradisíaco o en la voluptuosidad de condenarnos? ¿Qué nos impediría usar de las virtudes y de los vicios como si fueran ropa limpia, convenir en que el amor no es un narcótico para el uso exclusivo de los imbéciles y ser capaces de pasar junto a la felicidad haciéndonos los distraídos?

Yo, al menos, en mi simpatía por lo contradictorio –sinónimo de vida- no renuncio ni a mi derecho de renunciar, y tiro mis Veinte poemas, como una piedra, sonriendo ante la inutilidad de mi gesto.

Oliverio Girondo
París, diciembre de 1922

viernes, 17 de abril de 2009

¿Qué piensa que es un artista? ¿Un imbécil que sólo tiene ojos si es un pintor, u oídos si es un músico, o una lira en cada nivel de su corazón si es un poeta, o aún si es un boxeador, sólo sus músculos? Por el contrario es, al mismo tiempo, un ser político, constantemente vivo frente a acontecimientos desgarradores, feroces o felices, a los que responde de todas las maneras. ¿Cómo podría ser posible no sentir ningún interés por la gente, y en virtud de una indiferencia torremarfilina separarse uno mismo de la vida que esa gente brinda tan copiosamente? No, la pintura no está hecha para decorar apartamentos. Es un instrumento de guerra para el ataque y la defensa del enemigo.

Pablo Picasso

lunes, 16 de febrero de 2009

Casi no puedo explicar el desconcierto que me envuelve, cuando, trepada descalza sobre el mar convulsionado, sobre viejos laberintos que vuelven a buscarme, tras dulces latidos de mi sangre atravesándome el cuerpo y el aire caliente, van alejándose las importancias, va perdiéndose la angustia en una sensación más profunda y visceral que brota callada y violentamente, la sensación de una tregua alerta que me contiene en brazos, que me obliga a observar todo alrededor y va borrando el miedo de mis ojos, el temblor crónico y reprimido que asaltaba con ímpetu mi cuerpo, que me dice con calma fatal que es hora de saltar.

domingo, 1 de febrero de 2009

Diablos, estoy cada vez más cerca, puedo sentirlo, esto tiene sus leyes, sus tiempos, y no es cuestión de quedarse calladamente esperando la abismal revelación, la voz de Dios dictando mandamientos o el Mar Rojo abriéndose, esto es esperar mientras se busca, aun en la oscuridad porque después de todo uno está saliendo de las tinieblas, no tengo esa soga que salva a unos cuantos, yo siempre en el borde, siempre viviendo en esa línea que separa abruptamente la oscuridad de la luz. Acumulando rabia, rencor, desesperación: ese confuso deseo de llegar, que tiene mucho de mentira, de llegar como llega el que pisoteó a unos cuantos en medio de la estampida; ah! y ese horror de confundirse, de no despegarse, como podría hacer cualquiera que tenga la divina soga, para qué quiero esa soga, esto llegó de mí, con todo lo que esa expresión tenga de bruta, de perro azotado que muestra los dientes y suelta su gruñido. Pocas veces he caído en paracaídas sobre mí, sobre todo lo que soy y lo que tengo, y empiezo a entender eso de caerse de cabeza sobre uno mismo, y en el fondo eso es solamente que uno es, piensa y siente en perfecto equilibrio en ese momento, aunque parezca una locura, cuando ha encontrado la comprensión del aquí, del ahora, de lo que fui y lo que seré. Trabajo, cuesta un trabajo horrendo de volver una y otra vez, pero después de todo lo único que puede encontrarse buscando es el trabajo, después de todo hay lecciones, y verdades, y nada puede lograrse sin ellas.

Lucas, sus soliloquios

Che, ya está bien que tus hermanos me hayan escorchado hasta nomáspoder, pero ahora que yo te estaba esperando con tantas ganas de salir a caminar, llegás hecho una sopa y con esa cara entre plomo y paraguas dado vuelta que ya te conocí tantas veces. Así no es posible entenderse, te das cuenta. ¿Qué clase de paseo va a ser éste si me basta mirarte para saber que con vos me voy a empapar el alma, que se me va a meter el agua por el pescuezo y que los cafés olerán a humedad y casi seguro habrá una mosca en el vaso de vino?
Parecería que darte cita no sirve de nada, y eso que la preparé tan despacio, primero arrinconando a tus hermanos que como siempre hacen lo posible por hartarme, irme sacando las ganas de que vengas vos a traerme un poco de aire fresco, un rato de esquinas asoleadas y parques con chicos y trompos. De a uno, sin contemplaciones, los fui ignorando para que no pudieran cagarme la romana como es su estilo, abusar del teléfono, de las cartas urgentes, de esa manera que tienen de aparecerse a las ocho de la mañana y plantarse para toda la siega. Nunca fui grosero con ellos, hasta me comedí a tratarlos con gentileza, simplemente haciéndome el que no me daba cuenta de sus presiones, de la extorsión permanente que me infligen desde todos los ángulos, como si te tuvieran envidia, quisieran menoscabarte por adelantado para quitarme el deseo de verte llegar, de salir con vos. Ya sabemos, la familia, pero ahora ocurre que en vez de estar de mi lado contra ellos, vos también te les plegás sin darme tiempo a nada, ni siquiera a resignarme y contemporizar, te aparecés así, chorreando agua, un agua gris de tormenta y de frío, una negación aplastante de lo que yo tanto había esperado mientras me sacaba poco a poco de encima a tus hermanos y trataba de guardar fuerzas y alegría, de tener los bolsillos llenos de monedas, de planear itinerarios, papas fritas en ese restaurante bajo los árboles donde es tan lindo almorzar entre pájaros y chicas y el viejo Clemente que recomienda el mejor provolone y a veces toca el acordeón y canta.
Perdoname si te bato que sos un asco, ahora tengo que convencerme de que eso está en la familia, que no sos diferente aunque siempre te esperé como la excepción, ese momento en que todo lo abrumador se detiene para que entre lo liviano, la espuma de la charla y la vuelta de las esquinas; ya ves, resulta todavía peor, te aparecés como el reverso de mi esperanza, cínicamente me golpeás la ventana y te quedás ahí esperando a que yo me ponga galochas, a que saque la gabardina y el paraguas. Sos el cómplice de los otros, yo que tantas veces te supe diferente y te quise por eso, ya van tres o cuatros veces que me hacés lo mismo, de qué me va a servir que cada tanto respondas a mi deseo si al final es esto, verte ahí con las crenchas en los ojos, los dedos chorreando un agua gris, mirándome sin hablar. Casi mejor tus hermanos, finalmente, por lo menos luchar contra ellos me hace pasar el tiempo, todo va mejor cuando se defiende la libertad y la esperanza; pero vos, vos no me das más que este vacío de quedarme en casa, de saber que todo rezuma hostilidad, que la noche vendrá como un tren atrasado en un andén lleno de viento, que sólo llegará después de muchos mates, de muchos informativos, con tu hermano lunes esperando detrás de la puerta la hora en que el despertador me va a poner de nuevo cara a cara con él que es peor, pegado a vos pero vos ya de nuevo tan lejos de él, detrás del martes y el miércoles y etcétera.

J.Cortázar

sábado, 31 de enero de 2009

Una noche de edén




No hay persona que escriba para el público que no haya tenido alguna vez una visión maravillosa. Yo he gozado por dos veces de este don. Yo vi una vez un dinosaurio, y recibí otra vez la visita de una mujer de seis mil años. Las palabras que me dirigió, después de pasar una noche entera conmigo, constituyen el tema de esta historia.
Su voz llegóme no sé de dónde, por vía radioestelar, sin duda, pero la percibí por vulgar teléfono, tras insistentes llamadas a altas horas de la noche. He aquí lo que hablamos:

-¡Hola! -comencé.

-¡Por fin! -respondió una voz ligeramente burlona, y evidentemente de mujer-. Ya era tiempo...

-¿Con quién hablo? -insistí.

-Con una señora. Debía bastarle esto...

-Enterado. ¿Pero qué señora?

-¿Quiere usted saber mi nombre?

-Precisamente.

-Usted no me conoce.

-Estoy seguro.

-Soy Eva.

Por un momento me detuve.

-¡Hola! -repetí.

-¡Sí, señor!

-¿Habla Eva?

-La misma.

-Eva... ¿Nuestra abuela?

-¡Sí, señor, Eva sí!

Entonces me rasqué la cabeza. La voz que me hablaba era la de una persona muy joven, con un timbre dulcísimamente salvaje.

-¡Hola! -repetí por tercera vez.

-¡Sí!

-Y esa voz... fresca... ¿es suya?

-¡Por supuesto!

-¿Y lo demás?

-¿Qué cosa?

- El cuerpo...

-¿Qué tiene el cuerpo?

Bien se comprende mi titubeo; no demuestra sobrado ingenio el recordarle su cuerpo a una dama anterior al diluvio. Sin embargo:

-Su cuerpo... ¿fresco también?

-¡Oh, no! ¿Cómo quiere usted que se parezca al de esas señoritas de ahora que le gustan a usted tanto?

Debo advertir aquí que esa misma noche, en una reunión mundana, yo me había erigido en campeón del sentimiento artístico de la mujer. Con un calor poco habitual en mí, había sostenido que el arte en el hombre, totalmente estacionado después de recorrer cuatro o cinco etapas alternativas e iguales en suma, había proseguido su marcha ascendente de emociones en la mujer. Que en su indumentaria, en sus vestidos, en el corte de sus trajes, en el color de las telas, en la sutilísima riqueza de sus adornos, debía verse, vital y eterno, el sentimiento del arte.

Esto había dicho yo. ¿Pero cómo lo sabía ella?

-Lo sé -me respondió-, porque todos ustedes piensan lo mismo. Igual pensaba Adán.

-Pero creo entender -repuse- que en el paraíso no había más mujer que usted...

-¿Y usted qué sabe?

Cierto; yo nada sabía. Y ella parecía muy segura. Así es que cambié de tono.

-Quisiera verla... -dije.

-¿A quién?

-A usted.

-¿A mí?

-Sí.

-¡Ah!, es usted también curioso... Le voy a causar horror.

-Aunque me lo cause...

-Es que... (Y aquí una larga pausa)... no estoy vestida. ¿Comprende usted? En el fondo del espacio donde me hallo... Y además, soy demasiado vieja para no infundir horror.. aun a usted. Puedo sin embargo vestirme, si usted me proporciona ropas, con una condición...

-¡Todas!

-Oh, muy pocas... Que me lleve con usted a ver señoras bien vestidas... como se visten ahora. ¡Oh, condescienda usted!... Hace miles de años que tengo este deseo, pero nunca como... desde anoche. Antes nos preocupábanos muy poco del vestido... Ahora ha llegado la mujer al límite en el sentimiento del arte.

Mis propias palabras, como se ve.

-Desde ese oscuro fondo del tiempo y del espacio -argüí-, ¿cómo?

-La serpiente de Adán, señor mío...

-¿De Adán? No, señora; suya.

-No, de Adán. De las mujeres son yararás que usted conoce, y una que otra serpiente de cascabel...

-Crotalus terrificus- observé.

-Eso es. Pero no son las víboras, sino el maravilloso vestido de la mujer de ahora lo que deseo ver. No puedo imaginarme qué puede ser ese arte sutil que enloquece a las personas como usted.

Por segunda o tercera vez la ilustre anciana la emprendía conmigo. ¿Qué hacer? Yo podía proporcionar a mi interlocutora las ropas que esperaba de mí, y podía también proseguir la aventura que llegaba hasta mí desde el fondo de la eternidad, a través de un trivial teléfono.

Fue lo que hice. Coloqué a su pedido las ropas tras el biombo de la chimenea, y bruscamente surgió ella ante mí, envuelta hasta los pies en negro manto. Llevaba antifaz con encaje, y en las manos guantes negros. Yo podía haber presentido, de fijar un instante más los ojos en su silueta, lo que había en realidad de esquelético en aquella fosca aparición. No lo hice, y procedí mal.

Sin ver, pues, más que aquella decrépita figura, terriblemente arrepentido de mi condescendencia, salimos del escritorio, y media hora más tarde llegábamos a una casa de mi relación, cuyas tres hermosísimas chicas reunían esa noche a unos cuantos amigos.

Lo que fue toda esa sesión: mi presencia en compañía de una ilustre anciana que por razones de estado deseaba conservar el incógnito; la burlesca estupefacción de las chicas que charlaban sin perder de vista al fenómeno; los esfuerzos míos para alejar de la situación un ridículo inexorable, las sonrisitas cruzadas de las damas ojeándonos sin cesar a la momia y a mí, toda esa interminable noche fue mucho más larga de sufrir que de contar.

Regresamos a casa sin haber cambiado una palabra, ni en el auto ni en los instantes en que dejé el sobretodo sobre una silla, y el sombrero no sé dónde. Pero cuando me hube sentado de costado al fuego, sin mirar otra cosa que el hogar de la chimenea y disgustado hasta el fondo de mi alma, la dama, de pie, tomó entonces la palabra.

-Yo me voy, señor -me dijo-. Ni por mi situación ni por mi edad estoy en estado de permanecer más en su compañía. Por grata que me sea, pues no soy desagradecida. He visto lo que deseaba, y me vuelvo. Pero antes de partir deseo que usted oiga algunas palabras.

"Ustedes, los hombres, se han hartado de proclamar que la coquetería es patrimonio de las hijas de Eva, -culpa mía, si usted quiere- y que el mundo marcha mal desde que la primera mujer coqueteó con la serpiente... Yo podría aclarar este concepto, pero no quiero volver sobre una historia demasiado vieja ... aun para mí. Puedo decir, no obstante, que el adorno, la coquetería en la mujer, era una cosa muy sencilla, pues no teníamos para coquetear más que la cabellera. Después hubo otras muchas cosas... Pero a pesar de nuestra orfandad al respecto, algo pude hacer con mis diecisiete años... Usted debe saberlo por la Biblia.

"Pues bien: desde mucho tiempo atrás yo quería reencarnar en la vida contemporánea; mas era indispensable para ello, que viera cómo se visten las mujeres de ahora.

"¿Qué podía hacer yo, con mi pobre coquetería del Paraíso, con mis escasos adornos de muchacha anterior al diluvio? Por esto, y desesperanzada ya de reencarnar por largo tiempo con una nueva vida, he tomado la determinación de hacerlo por unas breves horas, y he elegido las horas pasadas para ponerme en contacto con el escritor que me escucha... y con las señoritas que gustan a ese escritor.

"Por lo poco que he visto, el mundo de ustedes ha progresado inmensamente en seis mil años, y hay ahora cosas admirables. Lo que no hay, óigame usted bien, es progreso en el adorno de la mujer. Ustedes lo creen así, porque dichos adornos cuestan dinero. En mi época, una chica estaba bien vestida cuando, a más de ser bella, llevaba en los cabellos flores o plumas de garza, tapados de pieles sobre los hombros, sartas de perlas en el cuello, y un abanico de grandes plumas en la diestra.

"Hoy, señor enamorado, después de seis mil años de febril progreso, de incalculables esfuerzos de la inteligencia y del arte, de sutiles refinamientos estéticos, hoy las mujeres bien vestidas llevan, exactamente como en las edades salvajes, plumas en la cabeza, pieles en los hombros, piedras en el cuello, flores en la cabeza y grandes plumas en la mano.

"¿Dónde está el progreso, quiere usted decirme? ¿Qué ha inventado de nuevo la mujer actual? ¿En qué revela su decantado refinamiento de arte?

"¡Bah, señor! Ustedes se dejan engañar a sabiendas, con su devoción feminista; pero salvo uno que otro detalle, la dama original y elegante de hoy debe recurrir fatalmente para su adorno a los miserables elementos del oscuro mundo primitivo: las pieles, las plumas, las piedritas que brillan.

"Y no sólo no se ha conquistado nada, sino que se ha rebajado el valor de tales adornos. El valor de una piel sedosa está en la fatiga que ha costado el obtenerla. El amante primitivo que a costa de su sangre conquistó al animal mismo, la piel para adornar con ella a su amada, consagró con ese precio el alto valor del adorno. Es bella la piel en los hombros de una muchacha porque el hombre que la amaba se desangró por conseguírsela. Este es su valor, como el de una obra de arte cualquiera, que para ser tal debe dejar exhausto un corazón.

"Hoy no es la muchacha más amada la que le luce la piel, sino aquella cuyo padre tiene más dinero. Y volveré a la nada en que he dormido seis mil años, sin comprender cómo las amigas de usted, y las otras y todas las mujeres de hoy, sienten tanto orgullo de lucir una piel que no ha conquistado el varón que aman, sino que han debido pagar muy caro al peletero; y sin comprender tampoco cómo ustedes los hombres no se mueren de vergüenza cuando se sienten orgullosos de ver a sus novias lucir un adorno que ustedes mismos han sido incapaces de obtener, y por el que otro hombre, también joven y buen mozo como ustedes dio todo su valor y su sangre en una cacería salvaje.

"Sólo esto quería decirle. Ahora, señor, me vuelvo. Le he sido a usted demasiado cargosa con mi ancianidad y mis tonterías para que no conserve usted de mí ni el recuerdo..."

Permanecí impasible, sin apartar los ojos del fuego.

-¿Quiere usted, sin embargo, guardar un vago recuerdo mío? Lo autorizaría a usted a sacarme una fotografía...

Dijo; y sin hacerme rogar de nuevo, pues deseaba concluir de una vez con aquel atroz absurdo, me levanté, también sin mirar a la dama, volví con la máquina, y a toda prisa apreté el obturador.

¡Por fin! Eché una mirada salvadora al biombo que debía ocultarla de nuevo.

-¡Oh, esta vez no hay necesidad! -murmuró ella-. Con que cierre usted un instante los ojos, basta...

¡Los cerré con rabia, y cuando los abrí no había ya nadie allí!

Aquí concluye la historia. Y lo que sigue no es sino un eterno remordimiento.

Al hallarme solo, me hallé también sin sueño por el resto de la noche.

Y mitad por distracción, mitad por curiosidad fotográfica, revelé la placa.

¡Oh! ¿Qué razón no ha concebido a Eva desnuda como el cielo, virgen y hermosísima en la primera alba del Edén?

No una decrépita momia envuelta en negro: una criatura de diecisiete años, indescriptiblemente pura y curiosa, era lo que revelaba la fotografía. Y yo no había sabido verlo.

Al día siguiente, a las mismas altas horas de la noche, el teléfono sonó.

Era ella.

Cuanto alcanza un hombre a expresar de remordimiento, lo expresé en mi largo discurso.

-¡Vuelva! -supliqué por toda conclusión.

-No puedo -repuso ella. Y más burlonamente aún-: Estoy desnuda...

-Yo cazaré tigres para usted...

-¿Usted, cazar tigres?... Usted es un cazador de historietas y no siempre verosímiles... Pero le estoy muy agradecida, sin embargo. Y si alguna vez vuelvo...

La voz se cortó. No oí más. Ni al día siguiente, ni después, nunca.


Horacio Quiroga

jueves, 29 de enero de 2009

Hay cosas que nunca cambian, como esa plomiza sensación de ojos gastados y piel deslucida que llega al verte alejándote de mí, ese vuelco de corazón y estómago con contornos difusos, el que no sé si hacer anidar en vos, en tu estela confusa que vas dejando entre nosotros, o en tu nuevo destino, como si yo hubiese sido una parada más y no aquello que buscabas.
Y me pregunto si habrás ido vaciándote de mí, si habrás querido quedarte con todo lo mío, si lo habrás anudado y arrojado con todas tus fuerzas al río; tanto me sorprende verme ahí sin cuerpo y sin brillo, mientras alguien, brillando con más fuerza que yo te atrae como la luz eléctrica a una luciérnaga y yo voy apagándome lentamente y fundiéndome con la línea del horizonte de árboles y montañas.

martes, 27 de enero de 2009



Así como quise succionarte en alma y vida, hubiera creído que faltabas a una especie de tácito abandono cuando tu reflejo de tirarte al agua negra y brillante se detuvo en mis ojos. Sobre la enredadera de nuestras piernas entrelazadas desde la primera mirada, entretejí un vacío devorador donde mi deseo por vos era apenas inercia disfrazada de novedad. Tan lejano y absurdo parece ahora, que en un momento, imprevistamente, caí redondamente sobre la certeza de que mi teatro se deshacía abiertamente, al recordar que apenas unas noches antes yo misma había nadado en las aguas oscuras y profundas. Y me di cuenta de que mi boca no es sólo sumidero de dudoso placer, sino fuente de hipócritas mentiras.

martes, 20 de enero de 2009

Lucidez

-Ocho y cuarto.

-Gracias -murmuró José Luis mientras una sombra se perdía en la oscuridad. Para no volver, pensó estúpidamente. Es cierto que no volvería para él, pero iba hacia su existencia segura con paso firme. ¿Y él, José Luis?

Caminó pesadamente a lo largo del infinito de las calles. Repentinamente le temblaban las piernas.
Un hombre harapiento y borracho le cortó el paso y le pidió algo con voz ininteligible. Los ojos parecían brumosos y miraba a José Luis como atravesándolo sin esfuerzo.

-No tengo nada -balbuceó muy avergonzado. El hombre escupió unos insultos con voz ronca y encarnizada y se alejó hacia el próximo transeúnte.

Las entrañas de José Luis ardían. Apenas podía seguir caminando con una angustia creciente que lo envolvía y viendo cómo la noche se dejaba caer en paracaídas hasta el suelo. Las sombras iban alargándose sin cesar y el eco de sus pasos resonaba cada vez más sobre el asfalto. Otra vez la sorda rutina sin espacios, otra vez el recuerdo de una vida tormentosa que había terminado por calmarse. Sin embargo, cuando la luz de los faroles iluminaba sus ojos, éstos fulguraban en silencio, como si no pudieran desprenderse de todo lo que habían visto, como si los recuerdos pudieran tomarse con las manos.
Entonces la oscuridad volvía a inundar su rostro y la marea volvía a bajar. Él apenas hablaba, pero su expresión sobresaltada se dirigía a todos en un mudo interrogante. Aquel día se había cansado de todo eso y simplemente caminaba con avidez, devorando distancias, haciéndose un tiempo indefinido para poner en orden sus pensamientos y lanzarse a sentir. Brotaba un aire fresco.

Sin embargo, mientras caminaba, sus latidos se le iban subiendo a la cabeza y la sangre del verano corría por su cuerpo. Aquel instante de vértigo lo hizo sentarse en el suelo y recostarse contra una pared. Respiraba hondo y entrecortadamente lanzaba suspiros silenciosos.
Pasó un auto velozmente y la risa histérica de una mujer escandalosa cortó el aire a cuchillazo limpio. Bravo, pensó José Luis. Allá van otra vez. Allá van, a darle a la noche una solución definitiva, a abandonarse juntos al borde de la ruta, a intercambiar esa baba espesa por la que matan y mueren tantos hoy en día. Diablos. Estamos perdidos si esto es todo lo que nos espera de la vida. Tal vez él también debería intentarlo, de todas formas había perdido su norte hacía rato. Caminaba a la deriva como un autómata día tras día. Sonrió tristemente.

Ahí estaba, siempre erguido, siempre al acecho. Volvió una vez más, solo a su casa, frustrado, sin un nuevo significado que aclarase su mente. Otra vez en casa. Puso una tetera a hervir y se sentó. Otra vez lo mismo, pensó mecánicamente. Otra vez nada, otra vez la impaciencia, la inercia desesperante que se cernía sobre él con un silencio ensordecedor.

Hoy camino una vez más hacia el final, se dijo. Hoy he esperado ahogado en el centro de la esperanza.

-Hoy no he podido ver a nadie más que a mí -reconocíó abruptamente. Y una vez más se encontró nadando en aquel inquieto monólogo que arrastraba desde hacía años.
Aquella voz impaciente que analizaba todo lo que veía, que dirigía todos sus pasos hacia ninguna parte. Aquel monstruo de ojos vendados que lo mortificaba a cada instante. Ahí estaba, azuzándolo, blandiendo los puños, amenazándolo. ¿En qué momento se había alzado victorioso sobre su cuerpo?
Ahora, a la distancia, creía no distinguir nada más que el soliloquio enloquecedor. Había poseído de tal forma todos sus actos, todo su universo, que ya sólo veía a través de él. Su desesperada vida y aquellos momentos dramáticos y decisivos se habían transformado en vagas palabras que rondaban su cabeza. ¿En qué momento, se repitió angustiado, aquel monstruo se había subido a sus hombros?

El silbido de la tetera hirviendo interrumpió sus divagaciones. Se preparó un café cargado y se paró a mirar por la ventana. Los árboles eran apenas sombras blancas en la oscura inmensidad del cielo. Intentó retomar los últimos hilos de su pensamiento, pero se escapaban como los hilos de vapor del café en el aire.
Afuera, el canto de los grillos era tan fuerte que podría haber desgarrado el mundo de arriba a abajo.

lunes, 19 de enero de 2009

Cuando veo toda esta parodia de brillantes colores y de luces hipnóticas, cuando escucho esas risas agudas y entrecortadas que se abren paso en una marea de lúgubres sonidos, algo dentro de mí se rompe dolorosamente, sólo por un segundo, y es en ese segundo en el que siento que mi sangre se vuelve espesa y violeta y una capa de cenizas se desploma sobre un mundo revuelto y gis que aún no logra salir de sí mismo.

viernes, 9 de enero de 2009

Bajo un cielo distante e inmenso y a través de un mundo sangriento y confundido, a través de la quietud de cientos de pequeños pueblos donde luces solitarias y pálidas titilan en silencio, a través de miles de sueños destrozados en pedazos y certezas vertiginosamente encontradas, nos encontramos para hablar, rodeados de misterio, refugiados de la lluvia, haciendo esfuerzos para encontrar algo que nos uniera en el medio de la tormenta. Y he aquí que esa cálida llamada se convirtió definitivamente en rutinaria, en círculos que se cerraban sobre nosotros mientras yo me encontraba a miles de kilómetros de allí, en el mundo sangriento y confundido, en la quietud de cientos de pueblos desolados , en los miles de sueños destrozados y en las certezas encontradas, y no me alejaban de tus palabras espesas, de tu mundo que hoy me parece tan corto que podría sostenerlo en una sola mano. Las manos me temblaron sólo de pensar que podría haberte hecho añicos, aunque no me importe, aunque nunca vaya a anidarme de nuevo en tu rincón, mientras intentabas explicarte y yo asintiendo con los ojos cerrados, sin querer sacudirte, mientras tu voz iba aniñándose, tus palabras se apagaban y sólo pasaba el tiempo, de cara a la pared con las ventanas abiertas, los cuerpos mojados corriendo con el viento, y yo impotente por no poder detenerme, por no querer detenerme y alargando hasta tus labios apenas un poco de agua y susurros. Mordiéndome los labios, buscando esa explosión que nunca llega y encontrando apenas esta desesperación mordaz y liviana, este cosquilleo revuelto, estas lágrimas de cajón tibio, el río helado bajo la arena blanca del desierto, infinito, poblado de oídos tapados y largos escalofríos medrosos.