domingo, 1 de febrero de 2009
Diablos, estoy cada vez más cerca, puedo sentirlo, esto tiene sus leyes, sus tiempos, y no es cuestión de quedarse calladamente esperando la abismal revelación, la voz de Dios dictando mandamientos o el Mar Rojo abriéndose, esto es esperar mientras se busca, aun en la oscuridad porque después de todo uno está saliendo de las tinieblas, no tengo esa soga que salva a unos cuantos, yo siempre en el borde, siempre viviendo en esa línea que separa abruptamente la oscuridad de la luz. Acumulando rabia, rencor, desesperación: ese confuso deseo de llegar, que tiene mucho de mentira, de llegar como llega el que pisoteó a unos cuantos en medio de la estampida; ah! y ese horror de confundirse, de no despegarse, como podría hacer cualquiera que tenga la divina soga, para qué quiero esa soga, esto llegó de mí, con todo lo que esa expresión tenga de bruta, de perro azotado que muestra los dientes y suelta su gruñido. Pocas veces he caído en paracaídas sobre mí, sobre todo lo que soy y lo que tengo, y empiezo a entender eso de caerse de cabeza sobre uno mismo, y en el fondo eso es solamente que uno es, piensa y siente en perfecto equilibrio en ese momento, aunque parezca una locura, cuando ha encontrado la comprensión del aquí, del ahora, de lo que fui y lo que seré. Trabajo, cuesta un trabajo horrendo de volver una y otra vez, pero después de todo lo único que puede encontrarse buscando es el trabajo, después de todo hay lecciones, y verdades, y nada puede lograrse sin ellas.
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