Me despierto como si en sueños me hubiera golpeado contra
una pared de ladrillo. Todos estuvieron allí, en mis sueños, haciendo cosas
probables si la urbanidad no impidiera que las cosas sigan su curso. Coger,
llorar, pelear, matar. Casi inconscientemente pienso que en mi cama está el bicho
que succiona sangre hasta hacerme morir. No estoy tan lejos de los libros ni de
los sueños. Toda esta realidad viscosa se esconde para provocarme pesadillas en
un almohadón de plumas.
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