Trabajo. Trabajo sordo y sostenido, lucha desigual con mis propios monstruos para abrirme, para depositar algo de lo mío en el camino. Y ahora vuelvo a tener miedo. Las huellas se borran en la arena y de nuevo el cielo se oscurece. Nos encontramos en el medio del azar, como en cualquier laberinto de múltiples encrucijadas. Me coloco con los brazos abiertos para impedirte entrar, y te dejo meterte entre mis sábanas como un espejismo, como dos cuerpos de piedra que no dejan salir el calor ni la luz. A lo que vinimos sin palabras ni juegos y sin nada que contar, a tal punto es de larga la distancia que siento que nos separa. Dormir, dormir. No me quiero despertar y me duermo entre tus brazos desconocidos, deseando que la noche no termine para no sentir esas palabras olvidadas que ahora se revuelven en mi boca, a punto de escapar.
-Ya pasan los bondis.
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