martes, 9 de diciembre de 2008

De cara a mis pensamientos, a veces me ronda el temor de encontrar lo que no quisiera, o no encontrar nada. En el fondo no quisiera hacer esto, pero me obliga el plácido caos que me envuelve. No quisiera pasar los días que siguen sin encontrar una nueva obsesión que me impulse hacia el abismo. Y no es sólo eso, me asombra tener que esforzarme tanto para decirlo, como siempre me ha asombrado que sea tan difícil la verdad, la acción, el valor, a tal punto que me da terror suponer que todo es una pesadilla de la que despertaré en cualquier momento. Y sin embargo, en esta atmósfera densa de sentimientos encontrados, estoy segura de una sola cosa: no es la realidad aquello que se altera, es nuestra percepción la que cada vez se aleja más de la realidad. No podría yo si no pensar que estoy viviendo, sufrir así, querer así, y mientras más lo pienso más intento aferrarme a mi locura. Sé que he cambiado: no puedo ocultárselo a nadie y menos a mí misma. Pero hay una cosa a la que jamás podría renunciar: no puedo ser completamente feliz. No debo, no quiero tampoco. Sé que me quieren justo como estoy ahora. Sé que, no siéndolo, voy a decepcionar a todos y aun voy a dudar en sumergirme otra vez en el ritual oscuro que me acompaña desde que puedo mirar atrás en el tiempo. Y aun así, no puedo, ni quiero, sobrevivir sin mi desequilibrio.

1 comentario:

Gallo Rojo dijo...

atarse con grilletes a esta realidad desgraciada y miserable, nos salva de la felicidad siempre aparente y cercana, pero en verdad inexistente.