miércoles, 5 de marzo de 2008
El corazón es demasiado débil para resistirse a tu melodía, aunque me haya contenido mil veces. Juré no pensar ni siquiera en vos, no rozarte siquiera con mis sucios pensamientos, no cometer la desdicha de exorcizar mi amor con las palabras. ¿Pero cómo algo nacido de tan hondo podría mancillarte? Sé la verdad, estoy rasgando tu altar en este instante, porque tu imagen no es para Dios o para los hombres. Simplemente me condeno por no resistir la tentación, pero puedo arder en el infierno sólo por buscarte. Evito las comparaciones que te rebajan a la simple poesía. Nunca quise escribirte, quise siempre vivirte con la certeza de que la fortuna es demasiado grande para un simple hombre. Odio a aquel que tocó por primera vez tu cuerpo de éter pero sé que nadie podría mancharte verdaderamente; antes bien, tu piel ha bautizado a fuego a ese desdichado que ha podido tocar con su carne el paraíso de los ángeles. Si me ofrecieras tu amor, porque tu inocente espíritu no percibe tu belleza que deja sin aliento, tu voz de catedral y trompetas, tu piel de nubes blancas e incorpóreas; ¡ah, si me ofrecieras tu amor no dudaría en rechazarlo! Amor de mi pobre corazón, tus manos no están hechas para tocar mi cabeza sombría; heroicamente renunciaría al dulce ámbar de tu boca, no me atrevería a dejarte entrar en mi juego de mentiras, de trampas, de dobles sentidos. ¿Qué maliciosa intención podría alimentar mirando tus ojos? Mi desesperación por dejar un testimonio del milagro de tu cuerpo obedece al temor recóndito que me ensombrece, al temor de dejarte estúpidamente sin tus alas..¿cuánto puede vivir un ángel entre nosotros? Y si parezco infiel a los ojos de todos, si me revuelco con mil otros en un gesto que parece de desdén, es porque sólo así me alejo de vos y ensuciándome hasta el fin me aseguro de no tener nunca el atrevimiento de tocarte.
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