Las siestas de sol te alejan un poco; parece que respiraras solamente calma y deseos, sobre todo caminando por la calle con el sol escurriéndose entre las hojas de los árboles. La emoción se desliza en cualquier detalle, y ese detalle resultó ser un techo en construcción y un pibe trabajando, con la espalda desnuda y una gorra para el sol, allá suspendido, con el cielo azul y el cemento que viéndolo así no me resultaba tan gris. Alto, bien alto, el calor deteniéndose en su piel, y yo hinchándome de gozo. Y vos allá, sin saber que acá abajo alguien estaba deseándote: tu cuerpo, tu sol y tu arriba.
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