martes, 13 de mayo de 2008

Rusia, Febrero de 1917. Estatua del zar derribada por la multitud.


El rasgo característico más indiscutible de las revoluciones es la intervención directa de las masas en los acontecimientos históricos. En tiempos normales, el Estado, sea monárquico o democrático, está por encima de la nación; la historia corre a cargo de los especialistas de este oficio: los monarcas, los ministros, los burócratas, los parlamentarios, los periodistas. Pero en los momentos decisivos, cuando el orden establecido se hace insoportable para las masas, éstas rompen las barreras que las separan de la palestra política, derriban a sus representantes tradicionales y, con su intervención, crean un punto de partida para el nuevo régimen. Dejemos a los moralistas juzgar si esto está bien o mal. A nosotros nos basta con tomar los hechos tal como nos los brinda su desarrollo objetivo. La historia de las revoluciones es para nosotros, por encima de todo, la historia de la irrupción violenta de las masas en el gobierno de sus propios destinos.

1 comentario:

izquierda plural dijo...

Querida Eva:

Es todo un privilegio poder leer lo que con tanta razon has escrito.

Sin embargo,¿cual seria la revolucion perfecta para las masas?

Recibe un afectuoso abrazo y desde este momento te enlazo en mi blogosfera progresista.