domingo, 13 de julio de 2008

Ya no sé qué hacer con esta fiebre abarrotada de recuerdos, con esta marea incansable de emoción e incertidumbre. Espero sin cesar que la insistencia golpee a la puerta de la cordura, que las miradas se sucedan abriendo un círculo cada vez mayor de entendimiento. Un pobre atormentado que descubre en la noche fría y oscura aquellas palabras que lo iluminan hasta lo más hondo, que hacen arder el fuego en su corazón y nacer hacia la claridad del amanecer, no puede sino reírse de este futuro de indecisión. Pero esta sonrisa cansada no se borra de sus labios, ahora el sufrimiento y la miseria son cimientos que lo alzan para construir un refugio, un abrigo donde los guiños entre cómplices se dan con alegría seria y perturbada, donde la felicidad está amenazada de muerte a cada instante y reviste esa gravedad de la fatalidad siempre inminente.

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