martes, 25 de agosto de 2009

El brillo fugaz que puedo alcanzar me desespera a tal punto que creo que voy perdiendo la razón. Un momento de lucidez lo único que me permite es estallar en llanto desdoblado, en un quiebre de angustia silenciosa, diluida en el camino en colectivo hasta mi casa, sintiendo que me voy pareciendo cada vez más a una rata en una cueva, que observa todo y no recoge más que migajas, que tiembla cuando escucha la respiración de otro y huye apenas se enciende la luz, temiendo por su vida insignificante y vacía. No quiero ahorrar palabras para insultar cada uno de mis actos, lamentar la mugre que me rodea y me alimenta. Cierro los ojos y me concentro, y no veo más que un círculo fatal que me envuelve hasta encerrarme por completo, me asfixia, y va suicidándose como una serpiente mordiéndose la cola.

1 comentario:

javier dijo...

Una apuñalada al vacío.