lunes, 14 de septiembre de 2009

El minero

Abierta la boca a puntapiés
el dique destrozado a dentelladas,
pedazos de carne desparramados,
y esto parece un desierto...
Desierto ajeno, aparente
latidos asesinos incoherentes
la aspereza estremece los dedos,
y no puedo contener el deseo
de lamer el suelo,
escarbando, clavando,
desenterrando,
mordiendo el polvo
hundiéndome hasta el cuello.
Cuando mis manos sangran, creo
que el mar podría haber abierto.
Pero miro sobre mi hombro,
y escarbo más rápido
y más rápido,
antes de que el agua vuelva
a empantanar mis recuerdos.
Por el momento sigo
martilleando,
martilleando.

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