lunes, 18 de junio de 2012

De vez en cuando, levantás la mirada y el del espejo no sos vos. De vez en cuando, tus mejores amigos son extraños. De vez en cuando, pensás que estás aprendiendo a odiar a la persona que duerme a tu lado. Te hablan y las voces se escuchan muy lejanas. Socorro. Querés pedir socorro, gritar. Los soldados que vuelven de la guerra y los ex presos en campos de concentración no hablan. Pero vos no viste la muerte a la cara. No es el horror lo que te impide hablar. Y sin embargo, sentís un chaleco de fuerza que casi no te deja respirar. Una palabra, una caricia, una mano en el hombro romperían tu dolor como un martillo sobre un vitral. Pero preferís tragarte el orgullo, que pesa lo mismo que una tonelada de cemento y te mantiene con los pies en esta tierra de locos. No pierdas el tiempo, mañana no será otro día, será otro exactamente igual a este.

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