El laberinto es intencionadamente complejo para confundir al que se adentre en él. Laberinto invisible el mío, pero más duro que las piedras. Más indescifrable que los acertijos. ¿En qué momento uno deja de correr por el laberinto y comienza a construirlo, paciente y encarnizadamente, haciéndolo más y más complejo y extendiéndolo hacia afuera, hacia el mundo? El laberinto se adentra en mí y en mis entrañas y juega a habitar también en las tuyas y en el mundo, y se mete por ciudades sombrías y bares sucios e iluminados y bancos de plaza vacíos y se hace ancho, descomunal e infinito y abarca todo el universo y construye pequeños y complejos laberintos en cada rincón. Todo es inmenso y desconcertante y sin sentido y sin embargo, a veces lo destruís con un golpe de tu mirada.
1 comentario:
buenisimo tu blog.
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