martes, 15 de enero de 2008

Hermann Hesse



Oscila el fuego de la vela en la botella vacía y en el vaso.


En el cuarto hace frío.


Fuera sobre la hierba la lluvia cae blandamente.


Vas al lecho de nuevo para un corto descanso,


lleno de escalofríos y tristeza.


La mañana y la noche vienen otra vez


vienen siempre de nuevo


mientras que tú jamás.

Mi querido lobo estepario, yo no sé si alguien te habrá comprendido alguna vez. Sé que tu locura y tu soledad no fueron gratuitas. Quien crea esto es un imbécil. Nadie podría elegir tu vida austera y dolorosa, aunque estoy segura de que la amabas. Yo amo mi soledad. Por alguna extraña razón a través de la historia sentí palpitar tu llamado. Sentí el poder que irradiabas y la inevitable locura de aquel que se atreve a ahondar en lo profundo del alma humana. Sé de lo que hablabas cuando afirmabas que el hombre se constituye de esa multitud de polos opuestos que luchan entre sí. Al que no es capaz de ignorarlos, lo desgarra. Es extraño vivir una vida paralela en la que sentimos que nadie nos comprende, quizás porque no logramos comprendernos nosotros mismos. Pero la belleza de la vida también está en este tipo de cosas. Hay que vivir, no tengo dudas. Hay que saltar al vacío.

No hay comentarios: