domingo, 3 de febrero de 2008

Mis ojos recorren la habitación con celo, anticipando los saltos traidores de estos seres repugnantes que se deslizan y se escurren. Los veo reír con esa risa ciega que tanto odio. Ahora una pausa, intento convencerme de que todo terminará en un momento. Y me divierto enredándome en su espanto, en la plácida y pegajosa blandura de sus cuerpos. Hoy casi no me da asco, porque hoy su risa será apenas un grito apagado en el vacío.
Un relámpago predecible me cruza los ojos. Lo odioso de estos monstruos es que no se dejan atrapar. Me pregunto si su risa no tiene como blanco mis ojos de cordero asustado, mi horror infantil, mis intentos fugaces de aferrar el cielo sin que me queme las manos. Y como el relámpago precede al trueno, ahora resuena la respuesta en mis oídos, sin que ellos siquiera lo sospechen. Recuerdo que en mis manos está latiendo un susurro que sólo será por hoy. Yo también tengo lugar en este juego y por eso me pertenece su final.
El tablero es mío; yo muevo las piezas. Seduzco con mi sonrisa a cada uno; me derramo de tal modo que cualquiera diría que soy uno de ellos. Tantas veces casi tuve esa certeza. Demorándome en actuar, casi disfruto de su compañía...me enternezco y recuerdo cómo anhelaba su repugnante aliento compartido más que el aire fresco que me apuñalaba en el silencio. Me inunda como una marea creciente el rencor, y se convierte en furia. Yo soy el victimario y la principal víctima. Ellos se reducen a vulgar contemplación, pero mi crueldad necesita un destino y el destino, por pura casualidad, resultaron ser ellos. Me vuelvo resoplando a verlos, y embisto sin siquiera sentirlos. Un placer sádico nacido del dolor me hace descubrirles el juego poco a poco. ¡No tengan miedo! ¡Están seguros! Antes de que el ataque de hoy los aniquile recuerden su infalible condición de intocables...esa que resultó tan falsa como mi verdad. Ahora nos miramos cara a cara sin disfraces ni reverencias. Resulté ser un espejo traicionero que no pudo con su genio. Tuve que aceptarlo y esa situación absurda me hizo reír con su risa ciega. También mi risa será apagada en el vacío.
Me miran con horror, miran con horror al indefenso cordero que se convirtió en lobo. Sus rostros blancos y perfectos se desfiguran en una mueca de miserables acorralados. La sangre mancha la loca blancura en un rojo momento de belleza tórrida. Magistral, hasta dejé para la posteridad la película filmada en secreto, donde todos verán esta pequeña muestra de la locura subterránea que habita en todos los rincones. Sé que la misma acción debía ser suficiente y que sería mas heroico dejarla en el anonimato. Pero no puedo con mi instinto de simple mortal.

No hay comentarios: